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Cómo tratar un conflicto en el aula en grupo y enfocándonos a la solución
Te voy a explicar hoy cómo puedes favorecer la solución de un conflicto en el aula a partir de la reflexión de tus alumnos y sin ninguna intervención por tu parte. Conseguirás que se conozcan mejor, que profundicen en las posibles soluciones, que salgan de su zona de confort y que se centren en las posibles salidas al conflicto no en el problema. Si te limitas a dinamizar el grupo, te darás cuenta de que tu trabajo se simplifica y que generas autonomía en tu equipo, algo que les será muy útil.
Esta es una herramienta de coaching muy interesante que parte de que el experto mundial en cada persona es cada persona, nadie más. Así que lo que más nos interesa como profesionales es que esa persona se conozca cada vez más y llegue a sus propias conclusiones sobre la actitud que tiene y las cosas que hace. De esta forma facilitamos los cambios y los consolidamos ya que parten de la voluntad propia y de la autorreflexión. Pero olvídate que te esté diciendo que tienes que convertirte en coach. Ni hablar. Solo se trata de una herramienta más.
Así que olvídate de que te estoy proponiendo que te conviertas en un coach, solo te propongo que cambies la perspectiva para aprovecharte de lo que hacemos los coach para conseguir que quien trabaje en sus propios cambios sea nuestro cliente.
¿Quién es el experto?
Cuando tengo un cliente delante lo que más me ayuda a mí es tener muy claro que esa persona es la experta en sí mismo. En el caso de tus alumnos, los expertos mundiales en ellos son ellos mismos, cada uno de ellos. Así que quienes deben trabajar en lo que han de hacer son ellos mismos, no tú.
Te aconsejo que plantees las tutorías grupales buscando la autoreflexión de tus alumnos, no necesariamente que lo compartan contigo ni con los demás. Hay veces que buscamos la reflexión a través del debate y eso está bien si hay cultura de debate; pero si no la hay lo que suele ocurrir es que se genera mucho ruido y no hay la calma suficiente para la reflexión.
A mí me gusta mucho más hacerlo de otra forma.
Supongamos que estás trabajando un conflicto que haya ocurrido en el centro con el objetivo de evitar que eso ocurra de nuevo. La dinámica de la clase que te sugiero sería la siguiente:
- Cinco minutos (ni uno más) para la descripción del problema. Cuatro personas tienen un solo minuto para explicar lo que ha pasado. Busca que sean personas distintas y consigue que todas se sientan escuchadas. No hay réplica sino solamente cuatro puntos de vista. La realidad la conformamos a partir de esos puntos de vista.
- Haz que tus alumnos se agrupen de cuatro o cinco personas. Una vez lo hayan hecho los cambias de sitio de nuevo y que vuelvan a formar grupos con la condición de que no repitan con los que primeramente se habían agrupado, así consigues una nueva dinámica en la clase. Grupos dispares = más puntos de vista.
- Que cada grupo aporte tres posibles soluciones a lo que ha ocurrido. Insiste en que no se centren en lo que ha pasado sino en las soluciones posibles.
- Tras estos diez minutos (llevamos ya unos 20 de clase), un representante de cada grupo leerá en voz alta sus tres posibles soluciones al conflicto.
- Una vez todas hayan sido leídas elegiremos por aclamación las tres que creemos que serán más útiles y fáciles de poner en práctica y las ordenamos por preferencia.
- Intentamos sondear el grado de eficacia de esas tres posibles soluciones. Cada grupo elaborará una serie de pasos sobre la primera y cuando llegue a algún obstáculo que la haga inviable, dejará esa solución posible y sondeará a segunda hasta encontrar algún obstáculo insalvable para aplicarla; si lo encuentra también en la segunda, hará lo mismo con la tercera.
- Tras estos 15 minutos tenemos ya un análisis perfecto de las soluciones y prácticamente no hemos perdido tiempo en el problema. Los grupos pondrán en común en cinco minutos los obstáculos que han encontrado en cada solución posible y decidirán la que es mejor aplicar porque ha soportado bien la prueba de esfuerzo a la que la hemos sometido.
- Una vez hecho esto, llegamos a la fase de autorreflexión. Aquí es cuando intervienes tú como tutor o dinamizador del grupo, hasta ahora tu papel ha sido el de un simple moderador. Prepara una batería de preguntas, unas cinco está bien, al entorno del problema, de la solución y del proceso que habéis seguido. Preguntas del tipo:
¿Cómo te sentirías si fueras la persona que ha sufrido el problema?
¿Quién te hubiera gustado que te apoyara si lo hubieras sufrido?
¿Cuál es la actitud que te hubiera gustado de los profes / los compañeros / el tutor / la dirección del centro / otros?
¿Cuál ha sido tu actitud ante el conflicto? ¿Esa actitud ha aportado algo a la solución?
¿Cuál es el grado de satisfacción que tienes con la solución que hemos decidi do poner en práctica?
¿Cómo la mejorarías? ¿De qué forma la mejorarías aún más? ¿Con quién hablarás para mejorarla? ¿Cuándo lo harás?
¿Has contribuido lo suficiente a buscar la solución? ¿Qué más hubieras podido hacer?
- Las preguntas que decidas hacer no te las han de entregar, son para cada uno de ellos. Para que conozcan aún más sobre ellos mismos como personas. Lo importante en este tipo de trabajo no es que tú sepas lo que no hace falta que sepas; ni, por supuesto, ponerles una nota; lo importante es que se conozcan un poco más y se enfrenten a las decisiones y actitudes que toman.
Es muy interesante trabajar de esta forma porque liberas absolutamente el resultado, adoptas una actitud distanciada y les dejas frente a sus inseguridades y a sus certezas. Les ayudas a salir de su zona de confort (y tú sales de la tuya) y además les entrenas a trabajar enfocándose a las soluciones no a los problemas, lo cual será muy útil en su vida profesional y personal.
Tú tienes las preguntas, pero solo tus alumnos tienen sus respuestas.
Jaume Josa, junio de 2016.