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Las 4 actitudes que potenciarán el talento de tus alumnos
Muchas veces hablamos de actitud en relación a los alumnos, pero cuál es la actitud que los que damos clases tenemos que tener para que nuestros «clientes» puedan hacer su trabajo de la mejor manera posible y potenciemos el talento que han de desarrollar cuando estén en nuestros equipos. Yo creo que el tema de la actitud va del concepto de liderazgo que queremos transmitir. Mi idea de lo que ha de ser un líder en el siglo XXI es muy clara: aquella persona que potencia el talento de los que trabajan con ella. Así de fácil.
Cuando voy a hacer mi trabajo de consultor a muchas empresas empiezo haciéndoles que dibujen el organigrama de la organización y suelen dibujar una pirámide en la que abajo estarían los trabajadores y arriba el jefe, por simplificar. En este esquema todo el mundo se preocupa de tener contento al que está arriba de él para que al final el jefe esté tranquilo, no se enfade ni abronque a nadie y gane mucho dinero, así no se mete con los que están abajo. Yo suelo darle la vuelta a la pirámide y coloco el vértice al revés, es decir el jefe supremo va abajo. Pero lo que no cambio es la idea de que hay que «tener contento al de arriba». De hecho, no se trata de tener contento, se trata de facilitar que pueda hacer su trabajo en las mejores condiciones y, por tanto, pueda desarrollar todo su talento y ponerlo a disposición de la organización y de su propia satisfacción personal. Cuando una organización entiende eso, cambia completamente y da un salto de calidad en su manera de trabajar y en sus resultados. Los colegios también, por supuesto, porque en muchos sentidos son igual que todas las demás empresas, también en el liderazgo. Ah y recuerda que el primer líder de tu colegio has de ser tu, profe.
Vamos a ver las cinco actitudes que mejor favorecen el desarrollo del talento de los miembros de tu equipo.
Primera. Las excusas no juegan. Ni las uses tú ni permitas que las usen los demás. Vivimos en la edad de oro de las excusas, lo digo siempre que hablo de este tema. Solo hace falta abrir un periódico para encontrar una montaña de excusas para justificar que no hagamos lo que tenemos que hacer. Lo que pasa es que no poner excusas es lo que marca la diferencia entre los que consiguen sus objetivos y los que no; entre los que están estancados en los mismos problemas de siempre y los que los resuelven; entre los que buscan culpables y los que creen en la responsabilidad que tienen. Yo prefiero que mis equipos fomen parte de las segundas opciones. Y si a mis alumnos les dejo el legado de que no pongan excusas jamás, les estoy dejando una muy buena herencia para su futuro personal y profesional. No pongas ni una excusa a partir de hoy. Nunca más. Ni te las cuentes a ti. Olvídate de lo que no puedes controlar, céntrate en lo que sí puedes hacer y hazlo. Detecta las excusas que te cuelan tus alumnos y díselo, no las admitas. Deja claro desde hoy mismo que no lo vas a aceptar en ningún caso. No juegues el estúpido juego de «me cuelan una excusa, lo sé, pero yo hago ver que me la creo». Que cambien las excusas por explicaciones sinceras y verás cómo cambia su forma de actuar con ellos mismos. Mira este vídeo por si necesitas que otro te lo diga con otras palabras.
Segunda. Negocia y entrena a que negocien. Hoy en día hay que negociar muchas cosas en la vida. Todo es una negociación constante y es más que previsible que tus alumnos necesiten saber cómo se hace eso. Por tanto entrénalos a negociar todo. Fechas de entrega, condiciones, lo que entra en los exámenes y lo que no, lo que es importante y lo que no, lo que han de aportar y lo que no, lo que te darán como equipo… Todo lo que tú creas que se ha de negociar, negócialo. Ya sé que puedes pensar que contigo no se negocia nada, que tú mandas. Pero es que no mandas, lideras. Y liderar incluye, como te decía antes, desarrollar su talento. Así que si estamos de acuerdo que en el futuro tendrán que negociar muy bien, más les vale entrenarse a hacerlo contigo. Cambia tu idea del papel que tienes y verás como tus alumnos cambian su papel también por uno con mayor compromiso con los proyectos de los que formen parte.
Tercera. Sé muy exigente. Negociar requiere flexibilidad pero eso no está reñido con la exigencia, dejémoslo claro. Si te digo que en el mundo del siglo XXI tendrán que tener ciertas actitudes que les ayudarán a tener una vida mejor es porque estoy convencido de ello; pero eso no significa que no tengas que ser muy exigente con lo que quieres conseguir de ellos. Porque el mundo del siglo XXI es y será muy exigente. Que no se sorprendan cuando eso pase, cuando salgan al mercado laboral, porque tú también les hayas entrenado a ello. Que te den todo lo que pueden dar, que no se dejen nada en los bolsillos de la inercia. Que no hagan nada a medio gas. Que no entreguen nada por cubrir el expediente. No lo toleres. Eso les hace ser mucho menos valiosos a nivel personal y profesional. Que sean apasionados al límite. Que lo den todo. Para conseguir que lo hagan empieza dándolo todo tú mismo, es la mejor forma, la de sembrar con tu ejemplo y recoger con lo que ellos hayan aprendido.
Sé muy claro con lo que les vas a pedir, marca la línea de lo que consideras imprescindible y lo que esperas de cada uno y luego exígelo desde la competencia que tú les darás. Dales mucho y exígeles mucho. Cuando trabajo con alumnos de Ciclos Formativos, de Formación Profesional, les exijo que su actitud, sus trabajos y sus resultados sean a nivel profesional. El mejor elogio no es que les ponga un 10, eso es una nota solamente. El mejor elogio es que les diga «esto es de nivel PRO». Para ello solo hay una clave: yo también tengo que ser el mejor profesional con ellos. No te guardes nada y verás todo lo que te dan.
Cuarta. Pásalo bien y haz que lo pasen bien. No poner excusas, negociar y ser muy exigente no son para nada incompatibles con pasarlo bien. Al revés, es imprescindible que consigas esto último porque es lo que hará que el clima de trabajo sea el adecuado para que nadie ponga excusas, para que piensen que negociar servirá de algo y para que puedas ser el más exigente.
Y por qué es tan importante esto de pasarlo bien…
Te propongo esta reflexión: ¿Quiénes eran los que les iba muy bien en la Edad Media? Si lo piensas, llegarás a la conclusión que eran los que tenían tierras. Si tu familia tenía tierras, te iba a ir bien seguro. Otros trabajarían para ti en ellas y tú vivirías de eso. Si no las tenías, tú trabajarías para otro por una miseria. ¿Y después, hasta mitad del siglo XX? ¿A quién le iba muy bien? ¿Qué condición tenía que cumplirse? Las tierras habían cambiado por el dinero. Si tu familia tenía dinero, estudiarías en los mejores colegios y universidades vivirías de las empresas de tus padres y se las pasarías a tus hijos; si no lo tenías, trabajarías para el que sí lo tuviera con más o menos sueldo. Pero, ¿qué ocurre ahora? ¿Cuál es el denominador común entre los que viven mejor en el siglo XXI? Los que se lo pasan mejor con lo que hacen y con la vida que tienen. Estos son los que viven extraordinariamente bien, los que disfrutan de lo que hacen y lo hacen en un entorno en que lo pasan bien.
La razón es que cuando conseguimos eso, disparamos nuestro compromiso, nuestra alegría, nuestra capacidad de trabajar en equipo, no tenemos que poner excusas, estamos más predispuestos a negociar y queremos dar lo máximo de nosotros mismos porque no queremos perder ese trabajo en el que tan bien lo pasamos y tan bien vivimos. Haz que tus equipos de trabajo disfruten y verás todo lo que son capaces de dar.
Jaume Josa, noviembre de 2016